Por qué no quiero dejar de ser ingenuo
Un problema fundamental, una batalla tal vez perdida, es que en un país en que todos nos la sabemos todas, muchos no-ingenuos no entienden ni siquiera la finalidad básica del *smad, su telos, y por eso no tienen la mínima capacidad de juzgar sus acciones. Sólo saben o sólo les importa que son antagonistas de la Colombia a la que odian profundamente (Pero la odian con razones claro, no ven que son los no-ingenuos), la que va de café a negro, y con eso ya saben suficiente.
Me llaman ingenuo porque si veo (un ejemplo menor) que el *smad baja de un bicitaxi a golpes a unas personas que no están protestando y botan una niña al piso, algo en mí -ingenuo- sabe de forma primaria que, no sólo está mal, sino que no existe racionalización posible que llegue a volverlo bien. Desde los protocolos que está obligada a cumplir una fuerza especial exclusivamente anti-distubios, por un lado, pero también desde la dignidad básica humana.
No me imagino cuánto se me tendría que pudrir la cabeza para poder llegar a ser no-ingenuo. Espero nunca tener la frialdad para justificar cosas así, o mucho muchísimo peores. Mil veces peores. Órdenes de magnitud peores. Perder el alma para poder dejar de ser ingenuo.
Sin embargo salen y saldrán, mientras haya humanidad, manadas y manadas de no-ingenuos, de esos a los que no les meten los dedos en la boca, y que entienden todo el panorama de lo que está pasando porque justamente venía hablando de eso con el taxista, a justificar que aquí la policia, el ejercito y los para-ejercitos (Que los ingenuos sabemos que vienen a ser lo mismo); pero sobre todo el smad, son (junto con el Papa que es infalible) los únicos seres humanos que no están atados a ninguna regla o límite en su actuación, absolutamente ninguno para el no-ingenuo, ni siquiera a sus propios códigos o protocolos. Sus. Propios. Protocolos.
(Es claro que, entre las muchas cosas que están pasando, esta brutalidad infernal es una respuesta al humillante fallo de la Corte Suprema del año pasado… detrás de esas fuertes corazas hay egos muy frágiles).